Se conoce como música autobiográfica a aquella que nos ha acompañado durante los momentos más importantes de nuestra vida. Esa melodía con la que nos hemos enamorado, reído, llorado o, simplemente, bailado hasta que las plantas de los pies llegaron a decir «basta». Esas notas, que conforman la banda sonora de nuestra existencia, están tan pegadas a nosotros que al alzheimer, encargado de fulminar cruelmente nuestros recuerdos, le cuesta acabar con ellas. De hecho, es curioso cómo entre las últimas áreas en desaparecer del cerebro afectado por la enfermedad se encuentran las encargadas de la memoria musical y nuestra capacidad de sentir emociones.
Un grupo de jóvenes de Granada trabaja hace ya dos años en una terapia a la que bien han denominado música para despertar y que cada día ponen en práctica en el centro de mayores Caxar de la Vega, en Cájar (Granada). Allí, los ancianos con el mal de Alzheimer han vuelto a sonreir, a soñar, a recordar las canciones de su vida e incluso, aunque cueste creerlo, a cantar.
Cada día, Pepe Olmedo (responsable de esta bella y efectiva iniciativa) y otros tres jóvenes, voluntarios como él, diseñan la terapia más adecuada para cada paciente y escogen cuidadosamente las canciones y el momento en que deben ser escuchadas.
La terapia, explica Olmedo, ayuda entre otras cosas a acabar con la agresividad y el nerviosismo característicos de este tipo de enfermos. «Conseguimos que se calmen y permanezcan sentados durante un buen rato. Hay, incluso, quienes se arrancan a bailar sevillanas. La respuesta es inmediata». «La música —prosigue prosigue el psicólogo— ayuda a los pacientes a mantener la atención, algo muy difícil en un enfermo de alzheimer. Por ello, solemos utilizar las canciones para intentar que hagan una actividad que les resulte difícil, por ejemplo caminar hacia algún sitio».
Preguntamos a Olmedo si ese despertar siempre es positivo o si, por el contrario, las canciones podrían llegar a provocar a los pacientes cierta nostalgia y sensación de tristeza. «Era uno de nuestros temores, pero nos sorprendimos al ver que curiosamente ha pasado lo contrario. La música provoca un estado de alegría y felicidad impresionante. Solo nos hablan de cosas alegres». Y es que, si algo necesitan los enfermos de alzheimer, es sentir cerca calor humano. «En la Universidad siempre estudiamos que el profesional debe tener una cierta distancia con el paciente, pero aquí es imposible llevarlo a cabo ya que ellos reclaman besos, abrazos... necesitan sentirse queridos».
Me gusta el contenido del artículo, bastante claro.
ResponderEliminarLa información me será muy útil. Me imagino que también ayudará a quienes lo lean.
bien hecho por estos muchachos.