Tu
santuario es ese lugar donde te sientes a salvo y en paz. Puede ser cualquier
cosa y puede estar en cualquier parte, porque late dentro de ti. Es el sitio al que acudes cuando necesitas
conversar contigo mismo, lejos del mundo y sus distracciones; un paraje
privado de silencio y reflexión.
El santuario de cada persona es diferente, tanto como lo somos unos de otros,
y no todos acuden a él con la misma frecuencia; pero es imperativo visitarlo
cuando así lo necesites.
¿Acaso
no agradeces volver a casa después de un duro día de trabajo? De igual forma, tu yo interior
necesita recrearse: dejar a un
lado, por un momento, todas esas cosas que hacen que olvidemos quiénes
somos y lo que realmente deseamos.
El
caso es que muchas personas no encuentran nunca su santuario; eso, si es que lo buscan. El mundanal
ruido no nos deja tiempo, mientras que el miedo a estar solos nos disuade de
emprender la búsqueda. Sin embargo, debemos conseguir el tiempo y dejar atrás
el miedo, porque solo quien se
conoce a sí mismo logrará realizarse.
La clave para encontrar tu santuario reside en el sosiego. No es algo fácil de hallar hoy en
día, ciertamente, pero lo único que necesitas es prescindir de algunas
banalidades. Seguro que ese mensaje de Whatsapp puede esperar,
igual que el programa de televisión o la partida de League of Legends.
Haz un paréntesis en tu vida y no permitas que nada
ni nadie entre en él.
Cierra tus sentidos a influencias externas y abre tu mente al silencio. No
pasará mucho antes de que empieces a escuchar esas voces que el ruido ambiental
oscurecía: son los ecos de tu conciencia. De tus sueños. De tu talento.
Escucha cuanto tengan que decirte. Te contarán lo que debes hacer,
dónde deseas llegar y el camino por el que hay que ir.
Cuando
lo sepas, sabrás que has llegado a tu santuario. Puede que sea una habitación
de la infancia, la casa de tus sueños o el rincón más recóndito del universo;
pero es tuyo, y puedes volver
cuando quieras.
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