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miércoles, 16 de octubre de 2013

EL CIEMPIES BAILARIN

Había una vez un ciempiés que era un gran bailarín. Cuando bailaba, todos los animales se reunían para admirarlo porque su habilidad era impresionante. Pero había uno de los animales al que no le gustaba que el ciempiés bailase. Era el sapo.
El sapo envidiaba al ciempiés. Así que pensó que podía hacer para que este dejara de bailar y evidentemente no generara tanta admiración. Una posibilidad habría sido decirle al ciempiés que no le gustaba su danza o que el bailaba mucho mejor. Pero nada de esto era cierto. Así que invirtió su energía en preparar un plan diabólico. Después de pensar la mejor estrategia para conseguirlo, mandó la siguiente carta al ciempiés.
"Ah, incomparable ciempiés. Soy un gran admirador de tu danza refinada. Me gustaría que me enseñaras a bailar. ¡Levantas primero el pie izquierdo número 28 y a continuación el pie derecho número 91?¿O empiezas levantando el pie izquierdo número 17 antes de levantar el derecho número 91? Espero impaciente tu respuesta. Te saluda, atentamente, el Sapo."
Cuando el ciempiés leyó la carta, empezó a pensar qué era lo que hacía exactamente cuándo bailaba. ¿Qué pierna levantaba primero? ¿Cuál después?
¿Y qué creéis que sucedió? Pues que el ciempiés no volvió a bailar jamás porque esto es exactamente lo que pasa cuando la imaginación y la espontaneidad son ahogadas por la racionalización y el exceso de control.
 
Relato extraído de "La vida viene a cuento" de Jaume Soler y Maria Mercé Conangla

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