
Las relaciones tóxicas son grandes “vampiros” para nuestras energías. Sin embargo, muchas veces no nos resulta fácil identificar este tipo de relaciones, bien por falta de habilidad, porque el daño es muy paulatino y está muy bien disfrazado o porque la relación que nos perjudica tanto también nos aporta otras cosas a las que no estamos dispuestos a renunciar.
Como primera medida, una relación tóxica nos hace mal, nos impide avanzar, manipula todo aquello que nos reconforta de nuestra existencia, destruye aquello que somos, no nos da “permiso” para pensar ni actuar como queremos… en definitiva, nos hace seres infelices. Y como dijimos antes, se hace cuesta arriba poder salir airosos al intentar desengancharnos de esa red que ahoga, reprime, lastima…
La relación tóxica se desarrolla entre dos personas, una dominante y otra sumisa, aunque puede que ninguno de los dos se de cuenta de ello. Existen muchos problemas de comunicación, a los que se suman las mentiras, los chantajes emocionales y sobre todo, la manipulación. Si bien ambas partes pueden sufrir, el que se lleva la peor parte es aquél que acata las órdenes.
Las relaciones tóxicas que deberíamos evitar son:
En primer lugar, aquellas donde una sola persona está a cargo o decide. Quiere siempre tener el control, no escucha las opiniones ajenas, no está de acuerdo en la justicia ni en la equidad. Esa persona es la única que crece, mientras que la otra cada vez se hunde más.
En segundo término, las relaciones que cumplen la función de “llenar” o “completar” un vacío existente. Debemos conseguir sentirnos plenos por nosotros mismos, sin que otro sea el encargado de suplir las carencias.
El tercer tipo son las relaciones co-dependientes, es decir, cuando ambos integrantes son pasivos y dependen del otro para ser felices, no saben lo que es la individualidad y precisan de la aprobación externa para actuar, siempre priorizan las necesidades ajenas por sobre las propias.
La idealización o las expectativas subrreales son también un tipo de relación tóxica. Estas ocurren cuando se exige una perfección imposible de alcanzar, cuando se espera todo el tiempo cambiar al otro hasta que se amolde a nuestros gustos, etc.
En quinto lugar, tenemos aquellas personas que utilizan sus problemas del pasado para justificar lo que hacen en el presente. Pueden ser unos padres muy autoritarios, una pareja celosa o un abandono en la niñez. Todo vale como excusa de los actos diarios.
Otro tipo de relación tóxica a evitar es la que está basada en mentiras continuas, donde nunca se sabe qué es cierto y qué es una falacia. También podemos incluir aquí ocultar información o todo aquello que derrumbe la confianza (que es muy difícil de recuperar).
De la mano de ella, podemos señalar las relaciones donde el perdón no es un sentimiento genuino o frecuente y además no hay intensiones de reparar lo que se ha dañado.
Por último, las relaciones que se basan en la agresión-pasividad durante la comunicación. Cuando en vez de hablar abiertamente se lo hace con indirectas o prejuicios, cuando las palabras o la actitud siempre es hostil y cuando no hay atención al tratar entablar un diálogo.
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