Cada lunes por la mañana, Salvador de Brocà coge su coche y se dirige a Poblet. Entusiasmado. Le gusta la música pero prefiere conducir en silencio,
mirando el paisaje. Contemplando un camino que recorre cada semana desde hace
nueve años para enseñar filosofía a los monjes. De Brocà se jubiló en el 2007,
a los 67 años. Dejó de impartir clases de Historia de la Filosofía en la
Universitat Rovira i Virgili (URV) de Tarragona (donde vive), pero siguió
escribiendo, siguió leyendo, sigue meditando y bañándose en el mar si no
llueve. Hace unos días presentó su último libro (el noveno) El Renaixement,
alba de la modernitat y tiene en mente otros ensayos. Quizás sobre el barroco,
"pero son proyectos a largo plazo", dice.
A sus
73 años, De Brocà no cierra la puerta a nada. Su curiosidad es innata:
"Cuantas más cosas nos interesen, mejor; señal que estamos vivos, ¿no le
parece?". Sí, claro...Y desde hace unos meses,  ha empezado a
estudiar... ¡física cuántica! Una asignatura que abandonó en bachillerato. Pero
dio en internet con una conferencia que impartió el prior de Poblet, sobre
física cuántica y espiritualidad y luego compró el libro La puerta de los tres
cerrojos, de Sonia Fernández-Vidal. Y ahí sigue, estudiando, aprendiendo,
comprendiendo... 
"Si el cuerpo decae lentamente, lo que es una suerte, puedes hacer las mismas
cosas, sólo que a un ritmo más pausado", dice. De Brocà no mira el pasado
con nostalgia: "Estoy bien con lo que hago, con lo que vivo... cualquier
tiempo pasado fue peor". Mira desde la distancia las frustraciones de la
adolescencia o las angustias de la juventud. Le satisface mucho más lo que le
aportan los años. 
Dice que se administran mejor las emociones, que se alcanza cierta serenidad y
tranquilidad y, sobre todo, que se aprende a querer mejor: "Aprendes a no
criticar, a respetar profundamente".
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