El objetivo de
la medicina regenerativa consiste en curar órganos dañados a través de células
sanas. La materia prima de este enfoque terapéutico son las células madre por
su capacidad de convertirse en cualquiera de los más de 100 tipos celulares.
Los especialistas aspiran a poder manipular estas células desprogramadas para
convertirlas en células sanas de hígado, corazón o páncreas con las que tratar
insuficiencias hepáticas, infartos o diabetes. O incluso desarrollar en el
laboratorio órganos completos de repuesto para sustituir a los enfermos.
Desde que en
2009 se consiguió reprogramar simples células adultas de la piel para
transformarlas en células madre iPS o pluripotentes, tan versátiles como las
células madre embrionarias, este procedimiento siempre se había realizado en el
laboratorio.
Un equipo del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) ha demostrado, por vez primera, que el proceso de retrasar el reloj de las células adultas (reprogramarlas) para convertirlas en iPS se puede provocar también en el organismo de un ser vivo adulto.
“Es un trabajo excepcional”, reflexiona Juan Carlos Izpisúa, director del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona. “Abre una nueva etapa para la medicina, la búsqueda de estrategias que nos permitan regenerar órganos y tejidos de una forma similar a los procesos naturales”.
Este
cambio de concepto, el de inducir la regeneración terapéutica en lugar de crear
tejidos de repuesto en el laboratorio, evitaría riesgos derivados de las
intervenciones quirúrgicas a las que se deberían someter los pacientes para
recibir los órganos y tejidos reparadores. O accidentes en la manipulación de
los cultivos, entre otros.
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