Los Programas de Rehabilitación Cardíaca (PRC) tienen como objetivo evitar la aparición de discapacidad o disminuir su grado si ésta ha hecho ya acto de presencia y, en todo caso evitar su consecuencia: la minusvalía.
Estos programas se centran en mejorar la calidad de vida de los pacientes y hacer posible que éstos puedan reincorporarse a la sociedad de una forma más rápida.
Estos programas se centran en mejorar la calidad de vida de los pacientes y hacer posible que éstos puedan reincorporarse a la sociedad de una forma más rápida.
Los PRC se estructuran en cuatro fases o etapas, según la American Association of Cardiovascular and Pulmonar Rehabilitation: fase I (hospitalización), fase II (convalecencia), fase III y fase IV (mantenimiento).

La TO se suele iniciar en las fases I y II y su misión será la de observar, vigilar y comparar la respuesta cardiovascular antes, durante o después de cualquier actividad, evaluando si es apropiada, o no, y y si el paciente realiza un ejercicio en un nivel adecuado. Dichas actividades consistirán básicamente las actividades de autocuidado a un nivel que permitan la independencia del paciente y le devuelvan la confianza.
La adhesión de los pacientes a los programas es fundamental para que éstos sean eficaces.
Antes del inicio y al final de la fase II, se considera obligatoria la prueba de esfuerzo (ergometría) ya que es una de las exploraciones complementarias de mayor utilidad.
Una vez finalizado el período de reeducación funcional, el TO debe facilitar una lista de actividades que el paciente puede y, debe realizar y que se clasifican en tres niveles según los resultados de la ergometría practicada en el momento del alta.
1. Actividades permitidas sin restricción: las que están por debajo del 40% de la capacidad funcional.
2. Actividades permitidas y entrenadas en TO: están comprendidas entre el 40%-70% de aquella.
3. Actividades prohibidas: son las que superan el 70% de la capacidad funcional.
En la fase III, los objetivos fundamentales de TO consiste en mejorar la adaptación física del paciente al ejercicio y reducir el impacto psicológico que pueda suponer cada una de las actividades que deba realizar cuando se reintegre a su vida sociolaboral, de acuerdo con sus posibilidades. Dichos objetivos se logran enseñando a realizar cada tarea de la forma más ergonómica posible indicando, a su vez, aquellas otras cuya ejecución pueda conllevar un riesgo evitable.
La elección de las actividades debe establecerse entre el terapeuta ocupacional y el paciente, teniendo en cuenta sus valores e intereses.
Para la vuelta al trabajo es necesario que el T.O realice, previamente, una evaluación de los componentes del desempeño funcional: recorrido articular, resistencia, fuerza, tolerancia a la actividad, roles, valores, intereses, conducta social y manejo de sí mismo, entre otros. También hará un análisis del tipo de actividad laboral y del puesto de trabajo en el que se deben incluir las condiciones ambientales, el gasto energético que supone y la duración e intensidad del esfuerzo requerido para ejercer el oficio o profesión.
Durante las fases III y IV de la rehabilitación cardíaca el paciente suele encontrarse en un nivel estable y adaptado a las posibles limitaciones que supongan una actividad normal. Por ello, el terapeuta ocupacional actúa como asesor colaborando en el tratamiento específico de las secuelas que pudieran haberse derivado tras la cirugía cardíaca, en su caso, incluyendo asimismo el seguimiento de las condiciones laborales.
En éstas últimas fases los objetivos que debe marcarse el mismo paciente consisten en mantener los niveles de capacidad física óptima, alcanzada en las fases anteriores, y disminuir los factores de riesgo para prevenir así las recidivas.
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